Jorge Luis Borges, (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 - Ginebra, Suiza, 14 de junio de 1986). Poeta, ensayista y escritor argentino. Estudia en Ginebra e Inglaterra. Vive en España desde 1919 hasta su regreso a Argentina en 1921. Colabora en revistas literarias, francesas y españolas, donde publica ensayos y manifiestos. Durante los años treinta su fama crece en Argentina y publica diversas obras en colaboración con Bioy Casares, de entre las que cabe subrayar Antología de la literatura fantástica. Durante estos años su actividad literaria se amplía con la crítica literaria y la traducción de diferentes autores. Borges utiliza un singular estilo literario, basado en la interpretación de conceptos como los de tiempo, espacio, destino o realidad. La importancia de su obra se ve reconocida con el Premio Miguel de Cervantes en 1979.
Mari Sol Peña Gallego nos recita Los Justos.
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.El que agradece que en la tierra haya música.El que descubre con placer una etimología.Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.El ceramista que premedita un color y una forma.El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.El que acaricia a un animal dormido.El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.El que agradece que en la tierra haya Stevenson.El que prefiere que los otros tengan razón.Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Jorge Luis Borges
Cerramos esta entrada con un poema de Miguel Hernández, El herido, recitado por Guadalupe Lara.
Por los campos luchados se extienden los heridos.Y de aquella extensión de cuerpos luchadoressalta un trigal de chorros calientes, extendidosen roncos surtidores.
La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.Y las heridas suenan, igual que caracolas,cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,esencia de las olas.
La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.La bodega del mar, del vino bravo, estallaallí donde el herido palpitante se anega,y florece, y se halla.
Herido estoy, miradme: necesito más vidas.La que contengo es poca para el gran cometidode sangre que quisiera perder por las heridas.Decid quién no fue herido.
Mi vida es una herida de juventud dichosa.¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se sienteherido por la vida, ni en la vida reposaherido alegremente!
Si hasta a los hospitales se va con alegría,se convierten en huertos de heridas entreabiertas,de adelfos florecidos ante la cirugía.de ensangrentadas puertas.
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.Para la libertad, mis ojos y mis manos,como un árbol carnal, generoso y cautivo,doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazonesque arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,y entro en los hospitales, y entro en los algodonescomo en las azucenas.
Para la libertad me desprendo a balazosde los que han revolcado su estatua por el lodo.Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,de mi casa, de todo.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,ella pondrá dos piedras de futura miraday hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoñoreliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.Porque soy como el árbol talado, que retoño:porque aún tengo la vida.
Miguel Hernández
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