Mari Sol Peña Gallego nos recita Los Justos.
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.El que agradece que en la tierra haya música.El que descubre con placer una etimología.Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.El ceramista que premedita un color y una forma.El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.El que acaricia a un animal dormido.El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.El que agradece que en la tierra haya Stevenson.El que prefiere que los otros tengan razón.Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Jorge Luis Borges
Por los campos luchados se extienden los heridos.Y de aquella extensión de cuerpos luchadoressalta un trigal de chorros calientes, extendidosen roncos surtidores.
La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.Y las heridas suenan, igual que caracolas,cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,esencia de las olas.
La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.La bodega del mar, del vino bravo, estallaallí donde el herido palpitante se anega,y florece, y se halla.
Herido estoy, miradme: necesito más vidas.La que contengo es poca para el gran cometidode sangre que quisiera perder por las heridas.Decid quién no fue herido.
Mi vida es una herida de juventud dichosa.¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se sienteherido por la vida, ni en la vida reposaherido alegremente!
Si hasta a los hospitales se va con alegría,se convierten en huertos de heridas entreabiertas,de adelfos florecidos ante la cirugía.de ensangrentadas puertas.
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.Para la libertad, mis ojos y mis manos,como un árbol carnal, generoso y cautivo,doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazonesque arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,y entro en los hospitales, y entro en los algodonescomo en las azucenas.
Para la libertad me desprendo a balazosde los que han revolcado su estatua por el lodo.Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,de mi casa, de todo.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,ella pondrá dos piedras de futura miraday hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoñoreliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.Porque soy como el árbol talado, que retoño:porque aún tengo la vida.
Miguel Hernández