lunes, 16 de octubre de 2023

Día de las escritoras: El placer, la alegría y la risa de las mujeres

Cada 15 de octubre se conmemora el fallecimiento de Teresa de Jesús, y el lunes más cercano a esta fecha se celebra el Día de las Escritores.  
Hoy 16 de octubre reivindicamos la labor y el legado literario de las mujeres este año con el lema "El placer, la alegría y la risa de las mujeres". 
Este año queremos hacer del día de las escritoras una jornada de doble celebración. Celebración de una escritura y de una manera de percibir la realidad silenciada durante mucho tiempo, y celebración de esa expresión del gozo, la alegría y la risa que a menudo también es un tabú para mujeres educadas en la abnegación, el comedimiento y el sacrificio.
El 16 de octubre vamos a reír y a hablar del placer.
El placer ante el disfrute de la naturaleza, los viajes, la comida, los conocimientos; el placer del erotismo sin culpabilidad, de la lectura y la escritura; la afilada sonrisa de la sátira y el sentido del humor como tabla de salvación en los tiempos más aciagos… Porque la risa y la alegría son transgresoras en sociedades que aún exigen a las mujeres un cierto recogimiento y modestia. Sometimiento y silencio. El 16 de octubre vamos a hacer armónicamente ruido.
Las voces, en castellano, catalán, gallego y euskera, nos llegarán de una orilla y otra del océano Atlántico y puede que la música también evoque el lado más luminoso de la fiesta…
Marta Sanz, comisaria de la VIII Edición del Día de las Escritoras 2023

Como siempre, la Biblioteca Nacional nos propone para celebrarlo lecturas de diferentes autoras. Este año en su selección nos encontramos con textos de Carolina Coronado, Elena Fortún, Gloria Fuertes, Carmen Martín Gaite, etc. Entra en su página para ver más,

Carolina Coronado

El habla dulce de las portuguesas es irresistible cuando se exhala de una linda boca (lo que no suele verse con mucha frecuencia en Portugal, pero que se vio entonces con asombro de los portugueses, y sobre todo del príncipe). Era una boca española con lengua portuguesa, y cada vez que exclamaba dirigiéndose a la otra dama para mostrarle el efecto del sol sobre el agua: Ah senhora mia! Ah que Formoso!, el príncipe suspiraba, y suspiraría todo lector que se hallase en un caso idéntico.
Paquita (1850)

Elena Fortún

Con la guerra hemos descubierto un nuevo arte de guisar, no menos sabroso que el de tiempos de paz, y desde luego, más sano y embellecedor. Quien lo dude puede darse un paseo por esas calles perfumadas de sol y primavera.

La nueva cocina madrileña impuesta por la guerra, en Crónica (1937)

Mercedes Soriano

Por una mujer de ojos claros, que no se llamaba Atenea, un compañero de curso se había tirado desde un quinto piso. Allí se quedó, estampado contra el pavimento. Ocurría en otro tiempo, al año siguiente del juicio de Burgos. Ahora, un piloto de Iberia dejaba abierto el gas del piso y se encerraba. Una mujer de clase media se emborrachaba, terminada la comida de los niños. El premio de fin de curso sería un viaje a Disneylandia. Las mujeres ponían boutiques o se las ingeniaban para venderse entre sí potingues, abrigos de pieles traídos de Sudáfrica o envases herméticos para el congelador.


Pérfidas mujeres, en Historia de No (1989)

«Defiendo la alegría,
la precaria, amenazada,
difícil alegría,
al raso, limpia, en cueros,
mi ración de alegría.
Mi ración de alegría, en Después de todo. Poesía a rachas (1993)



De esta última, te queremos proponer la lectura del cuento Caperucita en Manhattan que puedes encontrar en la Biblioteca del Centro o en Librarium.

La protagonista de este cuento es Sara Allen, una niña de diez años que vive en Brooklyn, Nueva York. Su mayor deseo es ir sola a Manhattan para llevar a su abuela un tarta de fresa. La abuela de esta moderna Caperucita ha sido cantante de music-hall y se ha casado varias veces. El lobo es míster Woolf, un pastelero multimillonario que vive cerca de Central Park en un rascacielos con forma de tarta. Pero el hilo mágico de este relato se centra en miss Lunatic, una mendiga sin edad que vive de día oculta en la estatua de la Libertad y que sale de noche para mediar en las desgracias humanas o, si es necesario, llegar a regalar un elixir capaz de vencer al miedo.


Las primeras palabras que escribió Sara en aquel cuaderno de tapas duras que le había dado su padre fueron río, luna y libertad, además de otras más raras que le salían por casualidad, a modo de trabalenguas, mezclando vocales y consonantes a la buena de Dios. Estas palabras que nacían sin quererlo ella misma, como flores silvestres que no hay que regar, eran las que más le gustaban, las que le daban más felicidad, porque sólo las entendía ella. Las repetía muchas veces, entre dientes, para ver cómo sonaban, y las llamaba «farfanías». Casi siempre le hacían reír.

¡Feliz día de las escritoras!

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