miércoles, 23 de abril de 2025

Libros compañeros de viaje


Hoy, como todos los 23 de abril, conmemoramos la muerte de Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega y celebramos el Día Internacional del Libro.

En esta ocasión, la escritora Pilar Galán Rodríguez ha sido la encargada de dar protagonismo a los libros con la lectura de "Palinodia o retractación".

Avuelapluma
“Un escritor no es más que una persona que va por la vida con los ojos abiertos”

Licenciada en Filología Clásica por la Universidad de Extremadura, y profesora de enseñanza media en Cáceres, Pilar Galán (Navalmoral de la Mata, 1967) ha publicado numerosos libros, tanto de cuentos como novelas y obras de teatro; una amplia trayectoria literaria que se le ha reconocido con múltiples premios, y que continúa con nuevas publicaciones, como su última obra, ‘La vida es lo que llueve’, una colección de 32 microrrelatos o narraciones breves.

Palinodia o retractación
Lo siento, pero por su bien no voy a hacer un elogio del libro, ni loa, alabanza, panegírico, apología o enaltecimiento alguno. 
Pronunciaré un vituperio, una crítica, una denostación incluso, para advertencia de aquellos que puedan contagiarse de la enfermedad que yo misma padezco. 
Leer no es bueno. No lean. Los libros ocupan mucho sitio y además acumulan polvo. Hagan como nos aconseja el gurú de moda, agradezcan sus servicios y díganles adiós. No los donen. Solo serviría para seguir propagando un mal más contagioso que la vida. 
Leer cansa, desgasta los ojos. Fíjense en Borges, o en los copistas, ciegos todos. 
Leer provoca miopía. Uso gafas desde los seis años, por algo será. A cambio, tengo una forma distinta de mirar el mundo, de convertirme en otra para contarlo, pero a quién le interesa ser otro si bastante tiene con ser uno mismo. 
Olviden eso tan repetido de que los lectores viven mil vidas, nadie quiere acabar como A. Karenina, Lázaro, Melibea o Julieta. Y qué me dicen del pobre don Quijote: “yo sé quién soy, y sé que puedo ser […] todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama...” como si no le bastara ser una sola persona para cargar el peso de su locura. 
Leer es de niños o de jóvenes, no de personas maduras. Miren lo que les pasa a los de mediana edad cuando leen. Alonso Quijano frisaba los cincuenta, por ejemplo. 
Leer cansa, los libros suelen ser largos y están llenos de descripciones innecesarias. Al Quijote, por volver a él, ya que es su día, le sobran muchas páginas, las que van desde en un lugar de la Mancha hasta se murió cuerdo. Si todavía lo redujeran a frases cortas, las pusieran en tazas o en las redes, algo ganaríamos. 
Mejor sean breves y directos. Hagan vídeos de Tik Tok o escriban sin haber leído nada. No se empapen de tradición, para qué. Crean que los caligramas los ha inventado su vecino del quinto, y que nada está contado salvo lo que ustedes quieran contar. Yo, mí, me conmigo. No aprendan más pronombres. No vean el mundo con otros ojos que no sean los suyos. Sean sus propios narradores omniscientes. Sean sobre todo su personaje principal. 
Hagan lo que hagan, no lean. No escuchen otras voces que susurren en su oído. El carpe diem lo han inventado ustedes, como el tempus fugit o la flamma amoris. Horacio, Góngora y Virgilio no son nada. No aprendamos de los grandes, la grandeza siempre ha sido relativa. 
No crean que se lee en defensa propia o para entender el mundo. Si el mundo no les gusta, no intenten cambiarlo. Cambien ustedes. O cierren los ojos y quédense dormidos. Si uno duerme, no le pasa nada. Pregúntenle a Hera por qué durmió para siempre a los hijos de Cidipe. 
Desocupen sus estanterías. Contraten al cura y al barbero del donoso escrutinio o a cualquier influencer que les aconseje cómo llenar su casa vacía, sus manos vacías, su mente, también vacía. 
No compren libros. Tengan cuidado. Ha habido casos en que el libro ha saltado sobre un cerebro desprevenido y lo ha invadido. Sáquenlos de las mesillas y guarden ahí sus pantallas, sus pastillas, su móvil y duerman sin sueños, sin aventuras, sin pesadillas que les ayuden a sobrellevar la pesadilla en que se ha convertido la realidad. Sobre todo no usen la ficción para comprender una realidad que cada vez más parece inventada.
Cierren los ojos y dejen el mundo fuera. No los abran, luego es difícil cerrarlos si uno se acostumbra a tenerlos abiertos. 
No tengan amigos, no se dejen acompañar por un escudero fiel, un criado gracioso, una reina y un sombrerero o un niño que no quiere crecer. No se enamoren de Pepe el Romano, no persigan ballenas, no acompañen a Daniel el Mochuelo ni se tomen un café con doña Rosita o ardan en amor en ciudades amarillas como plátanos. 
No acaben como yo. Hace mucho que contraje esta enfermedad de la lectura, y siempre he tratado de contagiarla. Soy culpable. Y no solo leo, sino que escribo nuevos libros para seguir propagando este desastre que cada vez afecta a más personas. Yo ya no tengo remedio, pero ustedes sí. 
Por eso, déjennos a los locos a nuestro aire, permitan que sigamos acumulando páginas y hasta leyéndolas, esa osadía. Dejen que tratemos de maleducar a sus hijos contra una sociedad que nos prefiere adormecidos, que sigamos creyendo en la enseñanza y en el inmenso poder de la lectura. 
Dejen que nos vayamos deshaciendo poco a poco en cada línea, en el telar de Aracne, con los rapsodas de Homero que hilaban versos, con el ovillo que nos lleva de Ariadna al laberinto, de las Parcas a la vida, al huso de la bella durmiente, a la princesa y los cisnes, a las capas mágicas, al traje nuevo del emperador y a la voz que se atreve a señalar que el poder va siempre desnudo. 
Dejen que sigamos leyendo, ya no existe cura posible. Cuando las Parcas corten nuestro hilo, nos encontrarán aún en pie, después de vivir mil vidas, nuestro cuerpo dejarán, no su cuidado, serán ceniza, mas tendrán sentido, polvo seremos sí, pero polvo enamorado.
Pilar Galán Rodríguez

Este texto está adaptado a lectura fácil. Clica en la imagen.


“Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, una alma que perdona; destruido, un corazón que llora” (proverbio hindú).

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